Certezas grandes y chicas (o cómo no morir)

Si usted, querido lector invisible (o yo del futuro, porque soy la única lectora segura) lee mi ultimo post, pensará que estoy en mi casa hecha una bolita y en terapia.

Pues no.

Estoy trabajando con un horario estable , experiencias nuevas, unos kilitos de más y amigos con los cuales me veo todas las semanas, volviéndome a afiatar en una comunidad dentro de mi iglesia, aprendiendo de mis errores.

¿Satisfecha? Pues tampoco.

La verdad es que en este momento siento que tengo todo para ser inmensamente feliz o desdichadamente triste; no es una cosa de vasos medio llenos o vacíos sino de una tensión especialmente marcada en este horrible periodo de transición que parece ser la segunda mitad de mi veintena.
Por un lado, como dice el post anterior, tengo un montón de experiencias de vida y sueños "cumplidos", además de lo que mencione del trabajo y la vida "normal" sin sobresaltos inesperados. por otro y al mismo tiempo, me lleno de frustraciones como no vivir sola y ser independiente, no tener pareja, y que mis planes de vivir en el extranjero se ven truncados por mi propia mediocridad.

A veces siento que es mejor no vivir y sólo seguir por inercia hacia el momento de mi muerte, entonces ¿Cómo no morir?

Pues resulta que me he dado cuenta que me siento segura alrededor de las certezas y voy recolectándolas. Me di cuenta también que hay certezas grandes y pequeñas. Una certeza grande la definiría como una creencia profunda, que si desestabiliza algo quiebra y es muy difícil de componer. Una certeza chica claramente es una verdad menor que al estallar me deja viva funcionando, pero potencialmente hiriendo a las certezas grandes. Me las imagino así como unas pelotas grandes, llenas de líquido, de aire, de arena.

Dentro de esas pelotas más grandes está mi querido Cristo, su poder restaurador sobre mi corazón y la confianza absoluta de qué mi vida no es mía, no está en mis manos. Demás está decir que aunque la pelota esta recibe golpes duros y muchas veces la ignoro, sigue ahí a pesar de mi misma. Otra gran certeza es que sé que puedo estar "plena" (esa palabra tan de moda) en cualquier lugar, en una infinidad de circunstancias. Soy flexible, me voy adaptar, estoy segura que lo lograré. Una última certeza es que hay gente que me quiere y mi apoya. Así, simple, sin más detalles. No estoy sola.

Ahora, las certezas chicas, como son de distintos tamaños y redonditas, se escabullen e instalan por todos lados. Se desinflan, rompen y explotan. Se quedan quietas algunos días, otras veces meses e incluso años para luego cambiar de lugar o simplemente, desvanecerse. Estas incluyen desde el lugar dónde voy a dormir, lo que voy a hacer con mi vida, mis ambiciones, mis capacidades...la lista es larga. Pero sé que aunque son frágiles, mutando y destruyéndose, mis certezas grandes hacen de flotador y me ayudan a no morir.

Mi desafío y oración en este tiempo es identificar esas molestas certezas chicas, limpiarlas, sacarlas y aferrarme a las certezas grandes para salir a flote. Confío que esto me hará no actuar desde el miedo y la inseguridad sino que desde la confianza y la paz.

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