Sueños

Admito que, mientras escribo esto, hay unas lagrimitas de cocodrilo que se me salen sin querer y veo todo borroso. Verán; no es fácil para mi enfrentar la realidad, especialmente ésta, porque me deprime y me deja con las manos vacías en un futuro cada vez más incierto.

Hace diez años yo iba en cuarto medio. Igual que ahora, no sabía muy bien que esperar de la vida, ya que cuando había imaginado el futuro siempre me vi desde una posición más preparada y más madura de la que realmente me encontraba. Pensé que salir de la adolescencia se iba a notar, así como ahora, espero que la adultez se manifieste de alguna manera clara. Pensé que mi yo de ayer y hoy iban a ser distintos, pero no ocurrió hace diez años y tampoco ocurre ahora.
Mis sueños siempre han sido distintos, y aunque ser distinta venía anexado a una personalidad depresiva y una niñez más bien solitaria, siempre me he enorgullecido de esa distinción. Quizás porque en el mundo hay más gente rara que normal, o todos los autores de libros y películas para niños fueron personas diferentes, es que toda la cultura a mi alrededor me habló de como ser distinto era ser especial y que ese ser especial era maravilloso. Cuando pequeña siempre quise ser escritora, contar historias al mundo, describir momentos. Mi medio de expresión es la escritura por sobre todas las cosas, y cuando eso se empezó a notar, el mundo adulto a mi alrededor comenzó a hacer gran alboroto por mi "talento", como si fuera un prodigio. Pues la verdad es que yo no era ningún prodigio, y era muy mala para relacionarme con el mundo. Esa dificultad derivó en una soledad profunda y una nostalgia crónica. Fui presa de la desesperanza a muy temprana edad y caí en lo más profundo de mi misma. Estando ahí abajo, deprimida y sola encontré a Dios. Lo encontré en un campamento donde habían un montón de otros niños, donde socialicé pero no hice ningún amigo, al menos no de verdad. Pero eso fue suficiente; Dios me había llamado con la historia de Daniel, aquél que fue capaz de enfrentar a un rey por seguir sus principios, áquel que terminó sólo frente a los leones y que cuando estaba solo y en peligro, fue rescatado y recompensado por su integridad.
Guardo muy pocos recuerdos de mi niñez porque probablemente los tengo bloqueados, por lo qué no sé que es lo que me habrá cautivado exactamente. Aún de grande no sabría explicar la verdadera azón de mi creencia, pues no creo que sea algo racional. A pesar de mis mas oscuros lamentos, de mi racionalidad y liberalidad, no puedo escapar de lo que creo, no puedo escapar de Dios. Sé que especialmente para quien no cree, esto no ha de ser suficiente y créanme, que la mayoría del tiempo me he encontrado dándoles la razón, pensando que me llevo mucho mejor y tengo tanto más en común con quienes no creen. Supongo que es algo fuera del orden lógico, pero finalmente creo y confío en Dios a pesar de mí misma.
Luego de aquél verano intenté abrirme al mundo, entender de que iban las relaciones humanas, buscar alguna amistad. Aprendí de a poco y escribí cada día menos, al punto que en algún momento se hacía tormentoso porque no tenía que decir, que describir. Estaba muy ocupada tratando de vivir y por mucho tiempo lo dejé de lado. Ya entrada la adolescencia, tuve miedo de escribir porque la culpa me persigue desde siempre y sentí que había desperdiciado mi talento y por ello, éste había desaparecido. No fue sino hasta hace un par de años que me di cuenta que lo mío no tiene que ver con talento sino con una manera de ser. Yo nací para estar escribiendo, sea bueno o malo, es la única manera en que puedo realmente dejarme fluir. Mi ser se expresa en palabras, sean estas hermosas o toscas. No hay más.
Ya en tercero medio, había desarrollado un interés por lo que pasaba a mi alrededor. Creo que siempre he sido muy curiosa y tengo una obsesión por enterarme de todo. Esto derivó en querer ser periodista en un momento y luego acercarme al mundo de las ciencias políticas para poder entender que ocurría en el mundo. A los 16 años, todavía aprendía de a poco a hacer amigas y no tenía un sueño claro. La verdad, nunca estudié demasiado, a pesar de mi afición a la lectura. Creo que me aburro muy rápido y nunca he sido competitiva, por lo que me bastaba pasar. A pesar de no importarme las notas y no disfrutar el estudio sistematizado amaba aprender, descubrir cosas nuevas, cuando había una clase o un libro interesante deseaba que nunca acabaran. Mi sueño de escribir había sido desechado por mi supuesta falta de talento así que solo esperaba que pasasen los días, con la esperanza de tener la mejor educación posible para cuando me convirtiera en una verdadera adolescente y no una niña. Fue en ese momento que descubrí un nuevo mundo, y un nuevo sueño: Asia.
Era la época de la copa del mundo y junto con los partidos, daban muchos reportajes de Corea y sobretodo de Japón. Me llamó la atención en extremo lo distinto que eran de nosotros y me atrajo la estética de Oriente. Lo que más me impresionó era que habían algo aasí como 0,2% de cristianos en aquella sociedad. ¿Cómo podía ser que una creencia que nos definía culturalmente a nosotros no existiera para nada al otro lado del mundo? Me intrigó. Al mismo tiempo me daba cuenta que ver mucha tele había servido de algo, ya que tenía favilidad para el inglés. Recuerdo cuando pequeña frustrarme al no entender que decían los otros niños gringos con que jugaba, hablando entre ellos como en un código secreto. me sentí tan afuera, que añoré el momento en que no tuviera que conscientemente pensar en el otro idioma, en que viniera s´´olo. Años después ese momento llegó y paso tan de ser percibido que no pude ni celebrarlo. Descubrí una carrera donde enseñaban inglés y jaonés, además de cultura. Sonaba perfecto. Mi sueño se estaba formando, sentí una uurgencia tremenda por salir de mis propias cuatro paredes, por descubir un mundo en el que me pudiera sentir más en casa que en el propio. También descubrí una beca que me permitía estudiar en Japón, sobre estudios internacionales lo que mataba todos los pajaros en mi cabeza de un cañonazo.
Diez años atrás, más o menos por esta fecha, yo daba un examen de japonés ingllés y matemáticas luego de la preselección. Fallé pero no importa, tenía un nuevo obbjetiv y un nuevo sueño. Quedaban muchas oportunidades más.
Diez años han pasado y ya he fallado muchas veces, pero también he ganado batallas. Mi gran sueño había seguido intacto, y pequeñas metas se habían cumplido dejándome con la sensación de que no tenía nada más que hacer. A pesar de no lograr estudiar relaciones internacionales ni estudios asiáticos, pude estudiar literatura que me acercó a mi sueño de niñez y volví a escribir. He podido viajar por el mundo y recorrer una pequeña parte del país que ha forjado mis sueños, justo diez años después que este se apareciera en mi camino. Pude vivir en otro lugar y comenzar a conocerme y sentirme en casa lejos de casa. Por ello estoy muy agradecida. Ahora, permítanme las lágrimas y sollozos que ocurrieron entre el primer y segundo párrafo.
La realidad es, que a pesar de todo, seguí sin estudiar y mis notas no son buenas. Mis notas no son y no serán suficientes para un magíster fuera. Mi gran sueño de estudiar sobre Asia en el extranjero, para poder trabajar en algo que relacione la cultura latinoamericana y asiática esta roto en varios pedacitos. Yo misma no soy suficiente para lo que quiero hacer. Las razones pueden ser depresiones y déficit atencional no tratado, malas decisiones, etc. Viendo mis notas, se que muchas veces no estudie porque viví mi adolescencia tardía, porque me esmeré en aprender a ser sociable. A pesar de que me encantaría retroceder el tiempo sé que no se puede, y evito entrar en esos juegos. Los datos objetivos están ahí, no soy suficientemente buena para lo que quiero hacer. Mi visión de mi, con la baja autoestima que tengo y todo es más grande que la real. Las posibilidades de que no lo logre son altas, muy altas.
Entonces, ahora no sé que hacer. Tengo una pena negra y no se que hacer con ella. Supongo que si voy a una terapia o lo converso con amigos la solución es dejar esto ir y buscar otro sueño. Pero me da pena y no tengo ganas. Me gusta este sueño. Aún me gusta Asia, aún quiero recorrer el mundo. Renuncié al sueño de encontrar una pareja romántica, de casarme y hasta de tener hijos...albergo una pequeña esperanza sobre ellos pero me he reconciliado con la idea de que eso puede que no ocurra. Pero me cuesta mucho aceptar esto, porque es mi futuro. No sé que pasos seguir. Nunca me he conformado con vivir una vida común y corriente, con trabajar para tener cosas y ya, que la vida siga su ritmo. No sé como hacerlo.

Parece que ahora voy a tener que aprender.

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