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Tengo alma de coleccionista. Quizás peco de cachurera, y me da miedo que en el ocaso de mis días se me diagnostique el mal de Diógenes. Porque soy una coleccionista espontánea ¿saben? No soy de esas personas que tienen un cuarto entero dedicado a su afición, ni pequeños altares, ni mis colecciones están debidamente clasificadas y ordenadas por fecha, color o importancia. Realmente colecciono cosas que me han causado algo en mi fuero interno; recuerdos, sentimientos....avatares de algo importante para mí. Esquelas que amigos me escribieron alguna vez, servilletas, juguetitos, boletos de cine que me transportan a quienes me acompañaron o a ciertos momentos del día o de mi vida.

Eso, momentos. Me gusta atesorar momentos y quizás es una de las razones principales que me impulsan a leer y a escribir. Porque no hay nada más lírico y mágico que un momento bien narrado. Es por eso que una de mis cosas favoritas son los cuentos... o quizás es gracias al cazador de cuentos. Tengo aún guardado el libro que leí alguna vez cuando pequeña (de Saúl Scholnik) sobre un cazador de cuentos. No recuerdo bien como va, pero si lo recuerdo cazando letras, palabras, situaciones. Y eso es lo que más me gusta de los cuentos; la habilidad de traspasar un "algo" importante, un dejo, una sospecha, una sombra de lo que podría llegar a ser a través de un momento. Edgar Allan Poe decía que un buen cuento debía leerse "en una sentada" y en mi caso, también me gusta escribirlos en una sentada. Obviamente las revisiones y ediciones podrían llegar a ser infinitas, pero la esencia, el principio y el final, me gusta escribirlos de una sola vez. Es una idea de unidad, de que el cuento es una sola pieza más que un conjunto de partes. Qué se yo.

Y es que estoy leyendo ahora un maravilloso volumen de cuentos de Haruki Murakami. Me gusta tanto que ya siento el amenazante vacío de terminar un buen libro, por eso, voy leyendo de a uno o dos cuentos por día. Bien medidos, bocados que saboreo despacio para no olvidarlos cuando acabe. Creo que he sacado la fuerza de voluntad de las dietas que estoy haciendo, pero aún así estoy conmovida. Por sobre todo, amo que el señor Murakami muestre, y no pontifique realidades. Que esboce momentos como quien sacara una fotografía y traspase las emociones y melancolías que corresponden. Lo que siempre quiero leer, y siempre trato de escribir. Es impresionante su dominio sobre la primera persona, yo aún no se decidirme que me sienta más. Nunca he leído una novela de él, debo admitir. Amo leer, pero las novelas me complican. Las leo, claro, y muchas me divierten, otras me atrapan y otras me gustan pero me cuesta mucho leer. Y es que es un compromiso a largo plazo, donde uno debe aguantar argumentos que no le parecen, vueltas necesarias para ver la gran imagen en el horizonte. Y para mí es díficil eso; por supuesto es agradable cuando una novela me atrapa y no quiero que termine pero es un desafío cuando lo que más me gusta es el producto final o la brillante manera en que algo está escrito. Puede ser que por eso nunca me he aventurado a escribir nada largo.

O quizás solo me dan miedo los compromisos.

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