Ya no bailan

Mis amigos ya no bailan. No como antes al menos; con esas ganas frenéticas de moverse libres a un ritmo propio y a la vez enjugado con los beats y acordes circundantes. Una magia que nos unía, que siento haber descubierto tarde y me arrepiento de eso. Porque en algún momento asocié bailar a aparentar, a moverse sólo para atraer; no como un coqueteo ni como una interacción sino como el baile de aparamiento de las aves, esas que muestran sus mejores atributos para que la selección natural surta efecto.

Pero no. Bailar para mí es ahora un grito kinético de libertad. Darle rienda suelta al instinto y al impulso, jugar a controlar y descontrolar los movimientos. Tiene flirteo y sensualidad algunas veces y algo de apareamiento también, es innegable. Sin embargo predomina el delirio, la traducción física del encuentro de las fibras íntimas del alma con ese despertador de consciencias y sbconsciencias que llamamos música. Y no importamos ni tu ni yo ni nosotros ni ellos. El protagonista es el momento, nada más.

En ese acto que en sus estados más puros de éxtasis llega a ser apersonal nos encontrábamos todos, como miembros de una sociedad secreta. De una comunidad que se entendía en su dialecto secreto, con movimietos inimitables e itransferibles. Ahora, cuando el tiempo ha pasado casi de repente, cuando hemos decidido que hay que dejar de ser jóvenes y diferentes, me doy cuenta de lo que hemos perdido. Que nuestras fuerzas ya se rigen por los astros de la rutina, la consciencia y la moral. El adulto se antepone al joven en una cruza que no termina de convencer.

Mis amigos ya no bailan. Todos nos sentamos, comemos, bebemos, y todos los demás etcéteras. Inmóviles disfrutando cómo se nos va la vida por los poros y aceptando todo porque como llega tal cual se va y nada puese hacerse para el destino cambiar.

Yo estoy vuelta hacia atrás, mis pies se mueven. Dicen que la juventud se lleva en el alma, es un espíritu que encontre flameante en una noche de baile.

Ahora, marco el paso.

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